Restaurador de Portillos

«Las calzadas están deshechas, cesaron los caminantes; ha anulado el pacto, aborreció las ciudades, tuvo en nada a los hombres.»

Isaías 33.8 (RVR 1909)

A medida que nos acercamos al cumplimiento total de las palabras que el Señor Jesús profetizó acerca del fin del mundo en Mateo 24, alarmantemente vemos cómo sus palabras se hacen verdad, donde «falsos profetas engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos».

En particular, existe una cita que de manera increíble la mayoría no la entiende o no la quiere entender, los más altos ministros y pastores hasta los laicos consagrados y feligreses en general, en donde tuercen su significado para denigrar a todo aquel que denuncia la apostasía Omega diciendo que son éstos los que quieren formar una nueva organización. Quienes tuercen el mensaje de este Testimonio demuestran su falta de amor e interés por conocer los hitos que Dios levantó en los primeros 50 o 60 años del desarrollo de la Iglesia Adventista.

➡️ El enemigo de las almas ha procurado introducir la suposición de que había de realizarse una gran reforma entre los adventistas del séptimo día, y que esa reforma consistiría en renunciar a las doctrinas que están en pie como las columnas de nuestra fe y que había de comenzar un proceso de reorganización. Si se efectuara esta reforma, ¿Qué resultaría? Los principios de verdad que Dios en su sabiduría ha dado a la iglesia remanente serían descartados. Sería cambiada nuestra religión. Los principios fundamentales que han sostenido la obra durante los últimos cincuenta años serían considerados como error. Se establecería una nueva organización. Se escribirían libros de una nueva orientación. Se introduciría un sistema de filosofía intelectual… No se permitiría que nada se interpusiera en el camino del nuevo movimiento. Los dirigentes enseñarían que la virtud es mejor que el vicio, pero habiendo puesto de lado a Dios, resolverían depender del poder humano, que no tiene valor sin Dios. Su fundamento estaría edificado sobre la arena, y la tormenta y la tempestad barrerían la estructura.

Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 238

Con lamentación de espíritu vemos que esto se cumplió dando vida a la apostasía Omega, que a medida que pasa el tiempo mayores abominaciones se hacen patentes dentro de la también caída hermana de Babilonia. Alguien podría creer que no es necesario entonces una reforma, suponiendo que esa obra sería dirigida por el enemigo de las almas como dice al comienzo del Testimonio antes citado. No habría algo más erróneo que ese argumento falaz.

➡️ Dios pide que haya un mejoramiento decidido en los diversos ramos de su obra. Los negocios hechos en relación con la causa de Dios deben ir señalados por una mayor precisión y exactitud. No se ha hecho un esfuerzo firme y decidido para realizar una reforma esencial.—Joyas de los Testimonios 2:552-554 (1900). CE 96.2

¿Cómo lograremos andar bajo esta luz?

«Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos.»

Jeremias 6.16

La reforma por la que el remanente debe andar es volver a las sendas antiguas, rehabilitando el adventismo original, reparando las columnas de nuestra de fe y restaurar el orden evangélico; destruyendo a su vez la nueva teología adventista que ha sido mezclada con el vino de Babilonia, cuya principal doctrina es la Trinidad.

No buscamos cambiar nuestra religión, anhelamos volver a la religión pura, sin que nada se le quite ni se le añade. Para ello necesitamos más obreros que reedifiquen los principios de verdad que acompañados con el poder del Espíritu de Dios llegaron a ser los hitos de nuestra fe que vendrían a ser semejantes a una virgen, donde «en sus bocas no fue hallada mentira en sus bocas, pues son sin mancha delante del trono de Dios.»

Is 58:12 BTX: «Los tuyos reedificarán las ruinas antiguas, Volverás a levantar los cimientos de muchas generaciones, Y serás llamado reparador de brechas, Restaurador de senderos para descansar.»

Amén, sí Señor, que así sea.

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