El Pecado y la Culpabilidad

  1. El Pecado es transgresión de la ley (1Juan 3:4).
  2. La Culpabilidad del pecado es el sentido de haber hecho algo malo que nos dice nuestra propia conciencia (Job 27:6; Juan 8:9; Rom 2:15; 12Cor 4:4) iluminada por el espíritu santo (Rom 9:1).
  3. La Culpabilidad varía según el tipo de pecado, o, mejor dicho, por la cantidad de luz que se está rechazando al cometer el pecado. Las diversas condiciones que estamos al pecar son o las diversas formas de pecar son:
    1. En ignorancia: Lev 5:18; Heb 9:7
    2. En engaño: Rom 7:11; 1Tim 2:14
    3. Por yerro (sin intención): Lev 4:22; Núm. 15:25; 35:11; PP 551; Josué 20:3
    4. Por debilidad: la carne es débil (Mat 26.41), y, por lo tanto, le es imposible por si sola guardar la ley de Dios (Rom 8.3). Por eso, por la debilidad la carne siempre peca
    5. Por rebelión: 1Sam 15:23; Zac. 7:11; Rom 5:14
    6. La condición que conlleva mayor culpabilidad es cuando pecamos de rebelión.

El Pecado y la Tentación

  1. El pecado es resultado de caer en tentación (Mateo 6:13).
  2. La Corona se promete solamente al que soporta y vence la tentación (Santiago 1:12).
  3. Toda tentación proviene del diablo y se hace solo a los humanos (Santiago 1:13).
  4. Toda tentación es humana (1Cor 10:13).
  5. La Tentación es ser incitado [inducido, llevado o impulsado] a pecar [transgredir, desobedecer, anular, abolir, quebrantar la ley] (Santiago 1:14-15).
  6. El proceso de la tentación es la que sigue, según se desprende de Santiago 1:14-15. 

La Concupiscencia y las tendencias

  1. De aquí se deduce claramente que el elemento necesario clave para la tentación es poseer concupiscencia. Pero que también solo se peca cuando se ha concebido el pecado en la mente. Pero la atracción y la seducción NO es pecado, sino parte de la tentación.
  2. ¿Qué es la concupiscencia? El Diccionario de la Real Academia Española dice: “ (Del lat. concupiscentĭa). f. Apetito desordenado de placeres deshonestos.”
  3. Y la palabra griega que se traduce por concupiscencia aquí en Santiago es: epidsumía (1930), que según definición de Strong corresponde a codiciar, deseo, pasión.
  4. Este mal deseo es el que permite al hombre ser atraído. Pero esta atracción en sí no es pecado, pues este aparece luego que la persona es seducida, o cebada [deleázo –1185 y 1388-. Entrampada, engañada, atrapada].
  5. La Estimulación de la concupiscencia o tentación, ¿de dónde proviene? ¿de adentro o de afuera? De ambos lugares.
  6. De afuera proviene del tentador [diablo] (Mateo 4:3; 1Tes 3:5), y también de las circunstancias que nos rodean que hallan acceso a la mente y al cuerpo por medio de las avenidas del alma (Isaías 33:15).
  7. De adentro provienen del corazón natural (Mateo 15:19-20), lo que en otros lugares se le llama las concupiscencias del corazón (Rom 1:24; Gen 8:21; 1Cor 4:5) o de los ojos (1Juan 2:16). Pero aún también es atraída, estimulada o incitada por medio de las avenidas del alma (Deut 4:19) o por la imaginación o recuerdo corrompido (Núm. 11:1-6). Esta concupiscencia está en nuestros corazones por medio de las practicas pecaminosas que al ejercitarlas (2Ped 2:14) se transforman en hábitos imposibles de romper (Jeremías 13:23).
  8. También de adentro las tentaciones vienen de las concupiscencias de la carne. Es innegable que la Biblia certifica que en la carne también existen concupiscencias (2Ped 2:18). Es decir, que nuestra carne de pecado está sujeta a la ley del pecado (Rom 7:23) y que esta ley por el mandamiento produce la concupiscencia [codicia] (Rom 7:5,8,13). Esta concupiscencia también se le llama “intención” [RVR 1909] ó “”Las tendencias de la carne” (Biblia de Jerusalén) en Rom 8:6,7. De modo que la carne de pecado tiene intención o tendencia, que también se les llama concupiscencia. Esta es la otra fuente de debilidad propia de ser estimulada.
  9. Esta gran verdad también era creída por Elena de White: “El cristiano sentirá la incitación al pecado, pues la carne desea vivamente la concupiscencia, oponiéndose al Espíritu; pero el Espíritu lucha contra la carne, manteniendo una continua batalla. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo.  La debilidad humana se une a la fuerza divina, y la fe exclama: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.” (Mensaje para los jóvenes, p. 112)
  10. Estas tendencias de la carne provienen de los genes paternos que heredamos (Éxodo 20:5). Pues nosotros somos simiente [Gál 3:16= Esperma (4690) en el original] de nuestros padres.
  11. Concluimos pues que las tentaciones provienen de adentro y de afuera: “El enemigo está tras la huella de cada uno de nosotros, y si queremos resistir las tentaciones que nos asaltan desde adentro y desde afuera, debemos asegurarnos de que estamos del lado del Señor,” (AFC, p. 303).

Las Tentaciones antes y después del pecado

  1. Por consiguiente, las tentaciones para Adán cuando fue creado (quien no tenía concupiscencia) provenían exclusivamente de afuera. Su naturaleza era perfecta, era “bueno en gran manera” (Gen 1:31), por lo tanto, él no fue atraído, sino que el pecó a sabiendas, su pecado fue de rebelión (Rom 5:14). Para Eva, también la tentación le vino de afuera, pero ella cuando pecó no lo hizo en la misma condición que Adán, pues la Biblia dice que fue engañada (1 Tim 2.14). Es decir, ella NO pecó de rebelión, sino que pecó de ignorancia-engaño.
  2. El pecado “entró en el mundo por un hombre” (Rom 5.12). El pecado NO entró por la mujer, sino que entró por el hombre. Pero la herencia de pecado viene por ambos: el hombre y la mujer. Adán “engendró un hijo a su imagen y semejanza” (Gen 5.3). Los padres transmiten a su descendencia la forma (semejanza) y rasgos carácter (imagen). Pero las madres trasmiten el pecado. Ellas conciben “en pecado” y forman “en maldad” (Sal 51.5).
  3. De lo anterior entendemos que el pecado se hereda, se hereda de la madre, y se obtiene desde el mismo momento que somos concebido en el vientre de nuestra madre. Y el resto de los nueve meses de embarazo, mientras somos formados, somos formados en maldad. Y ¿qué nos dice la palabra? Que todos morimos por el pecado de Adán y no por el nuestro (Rom 5.15), que por el pecado de Adán “vino la culpa a todos los hombres para condenación” (Rom 5.18), y que “por la desobediencia de un hombre (Adán) los muchos fueron (fuimos) constituidos pecadores” (Rom 5.19).
  4. No solo heredamos el pecado, la culpa y la condenación (nacer bajo la ley), sino que heredamos una naturaleza caída. Y todo hombre al nacer es un hombre natural (1Cor 2:14), por naturaleza es hijo de ira (Efe 2:3) quién siendo tentado en base a sus concupiscencias o tendencias de la carne y del corazón éramos esclavos naturales a ellas.
  5. Cuando el hombre se convierte a Cristo, su naturaleza no cambia; simplemente es liberado de la esclavitud de ella. Posee concupiscencias de la carne y también del corazón que él cultivo en su antigua vida de pecado. Es por ello por lo que él no alcanza la perfección en el momento de la conversión y necesita la santificación y purificación de su corazón. Por eso el converso es “justus et pecator” (justo y pecador a la vez). No pecador en cuanto a su voluntad, sino en cuanto a su ignorancia y a sus defectos de carácter.

¿Qué naturaleza tomó Jesús?

  1. Cristo siendo hijo de Dios y por lo tanto divino por naturaleza, tomó la carne humana (Juan 1:14). El tipo de carne que él tomó es claro en la Biblia. NO fue carne santa ni sin pecado, sino “carne de pecado” (Rom 8:3).
  2. La Biblia dice claramente que Jesús era la “esperma” de Abraham (Gál 3:16), es decir, que tenía los genes de Abrahán. Y también que “la simiente (esperma) de Abrahán tomó” (Heb 2:16).
  3. También dice que el evangelio es que el Hijo de Dios “fue hecho de la simiente (esperma-genes) de David según la carne” (Rom 1:3). ¿Podemos pedir más evidencia? La naturaleza humana de Cristo “fue hecha”, era creada, fabricada. Y el elemento que se usó como materia prima fue “la simiente (esperma-genes)” no de Adán (puros) sino que fueron los genes de David. Esto lo certifican una cantidad de textos (Hechos 2:30-31; 13:23; Apoc 5:5; 22:16).
  4. Por eso entendemos lo que quiere decir la inspiración cuando nos dice que “como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos” (DTG 32).
  5. Jesús sabiendo lo que contiene la carne (ley de pecado-Rom 7:23-25; deseos-Efe 2:3-; Apetitos-Col 2:23-; y pasiones-Gál 5:24-) participó de la MISMA carne y sangre (hebreos 2:17).
  6. La Biblia dice que Jesús nació “bajo la ley” (Gál 4:4).
  7. Estar bajo la ley es ser culpable, condenado, y sujeto a la maldición. Está escrito: “sabemos que todo lo que la ley dice, a los que están bajo la ley lo dice, [para que… todo el mundo aparezca culpable ante el juicio de Dios]. Eso es así “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:19 y 23; 6:14) … Jesús asumió todo eso, ya que fue “hecho súbdito a la ley”; fue hecho “culpable”; fue hecho condenado por la ley; fue “hecho” tan culpable como lo es todo hombre que está bajo la ley. Fue “hecho” bajo condenación, tan plenamente como lo es todo hombre que ha violado la ley. Fue “hecho” bajo la maldición, tan completamente como lo haya sido o pueda serlo jamás todo hombre en este mundo, “porque maldición de Dios es el colgado [en el madero]” (Deut. 21:23). (Camino Consagrado a la perfección cristiana, Cap. 5, A. T. Jones).
  8. Por eso vemos que el mismo Jesús dice que su “espíritu a la verdad está dispuesto, más la carne es débil” (Mateo 26:41).

¿Cómo fue tentado Jesús?

  1. Jesús padeció siendo tentado (hebreos 2:18).
  2. La Biblia es clara que el NO fue tentado como Adán, sino que fue “tentado en TODO punto, así como NOSOTROS, más sin pecado” (hebreos 4:15)
  3. Por eso vemos que la inspiración también dice que “el sentía TODA la fuerza de la pasión de la humanidad” pero que “NUNCA cedió a la tentación” (En los lugares celestiales, p. 155)
  4. Además, en su propio cuerpo “comprendió los alcances de la fuerza del apetito complacido y de las pasiones impías” (Mensajes Selectos, tomo 1, p. 318)
  5. Por eso cada día “sujetaba sus deseos estrictamente a su misión” (Ministerio de Curación, p. 12). De lo cual se deduce que tenía deseos que contrariaban su misión, porque necesitaba sujetarlos.
  6. En otro lugar se le mostró en visión a la hermana White: “Vi que Jesús conoce nuestras flaquezas, y ha experimentado lo mismo que nosotros en todo, menos en el pecado” (El Hogar Cristiano, p. 254). Y también que fue “tentado y probado como lo son los hombres en la actualidad, vivió, sin embargo, una vida libre del pecado.” (Hechos de los Apóstoles, p. 376).
  7. Por eso Jesús al ser tentado nos enseña: “…pero Cristo nos enseña a mantener sujeta la naturaleza inferior. Toda su vida fue un ejemplo de renunciamiento propio” (Deseado de Todas las Gentes, p. 123).
  8. Jesús “debía sentir la vergüenza del pecado” y “la contaminadora concupiscencia de la transgresión torturaba su espíritu” (DTG 86).
  9. Cuando estaba en el desierto hizo frente a la tentación con la carga de los pecados y el sentimiento de culpa: “No fueron sólo los corrosivos dolores del hambre lo que hicieron los sufrimientos de nuestro Redentor tan indeciblemente severos. Fue el sentido de culpa que había resultado de la indulgencia del apetito, que había traído un mal tan terrible al mundo, lo que hacía una presión tan pesada sobre su alma divinaCon la naturaleza del hombre y con la terrible carga de los pecados pesando sobre él, nuestro Redentor hizo frente al poder de Satanás en esta gran tentación inicial que pone en peligro las almas de los hombres.  Si el hombre podía vencer esta tentación, podía triunfar en cualquier otro punto” (Dios nos cuida, p. 177).
  10. También “Sintió la abrumadora marea de desdicha que inundaba el mundo. Comprendió los alcances de la fuerza del apetito complacido y de las pasiones impías que dominaban el mundo y que habían ocasionado inexpresables sufrimientos al hombre” (1MS 318).
  11. La Condición de Jesús al tomar la carne se ven en estas palabras: “Mientras, como miembro de la familia humana, era mortal, como Dios, era la fuente de la vida para el mundo” (Deseado de Todas las Gentes, p. 448).

¿En qué consistía, consistió y consiste la obra de Jesús?

  1. La Obra de Jesús fue dual: él vino para ocupar el lugar de sacerdote y el de víctima (sacrificio).
  2. Todo sacerdote debe ser tomado de entre los hombres, y compartir sus debilidades para entenderlo y ministrarlo (Hebreos 5:1-3).
  3. Para poder ocupar futuramente su lugar de sacerdote él tomó nuestra naturaleza (Heb 2:10-11, 17-18; 5:4-10).
  4. Pero para poder ministrar en el santuario celestial (Heb 8:1-2), él debía (además de la misma naturaleza) tener “algo que ofrecer” (Heb 8:3). Por eso mientras estaba en la tierra no estaba como sacerdote (Heb 8:4), sino que se entregó como víctima sustituta (Heb 9:28; 10:11-12) para luego presentarse como ofrenda por nosotros en la presencia de Dios (Heb 9:24).
  5. Como víctima sustituta él tomó nuestro lugar y nuestros pecados. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2Cor 5:21). Al que no conoció la idolatría, blasfemia, deshonra de padres, asesinato, adulterio, hurto, falso testimonio y la codicia; por nosotros (tu y yo) lo hizo (Dios) idólatra, blasfemo, parricida y matricida, asesino, adultero, ladrón, mentiroso y codicioso. Todo esto para que nosotros (tu y yo) fuésemos hechos justicia de Dios (amadores supremos de Dios y del prójimo) en él ¿Ha logrado Dios en TU vida cumplir este versículo?
  6. El “llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (Isa 53:4).
  7. Él tomó nuestra culpa (Isa 53:6): su Padre lo hirió por nuestra culpa (Mateo 26:31) y por lo tanto se encontraba su “alma muy triste hasta la muerte” (Mateo 26:38).
  8. Él tomó nuestra condenación (Isa 53:5): Acepto de las manos de su Padre la copa de la ira divina contra el pecado (Mateo 26:39) y la separación entre él y su Padre (Mateo 27:46).
  9. El “por gracia de Dios gustó la muerte por todos” (Heb 2:9; 2Cor 5:14-15).
  10. Él puso “su vida en expiación por el pecado” (Isa 53:10).

La Justicia de Dios para nosotros

  1. Toda esta obra le permitió a él convertirse en nuestra justicia (Jer. 33:14-16).
  2. Y así podemos ser “hechos justicia de Dios en él” (2Cor 5:21; 1Cor 1:30).
  3. Esta justicia es un vestido, un manto (Job 29:14; Isaías 61:10; Apoc 19:7-8) con el cual cubrimos nuestra desnudez a causa del pecado (Apoc 3:17-18; 16:15).
  4. Si no nos vestimos de la justicia de Cristo, seremos echados en las tinieblas de afuera (Mateo 22:11-14).
  5. Este vestido, esta justicia ya está hecha, labrada, lograda. Es gratuita (Rom 3:24-26) y se ofrece como un don, un regalo (Rom 5:17).
  6. Entonces, para que se haga efectivo este regalo debo recibirla (Rom 5:17).

¿Cómo recibo este regalo y me visto de justicia?

  1. “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).
  2. Esto es sencillo, debemos ir a la fuente del agua de vida, al vendedor del vestido, al dador y pedirle nos de lo que ha prometido regalar. Así de simple. Él nos dice, venga, tome, etc.
  3. Pero del texto es claro, que para ir debemos sentir la necesidad de aquello que se regala. En este caso con la figura del agua se nos dice que debemos tener sed (Apoc 21:6; Juan 7:37-39).
  4. En el caso del vestido debemos “sentir la necesidad” de cubrirnos que nos viene por la vergüenza de la desnudez (Gen 3:7), la sensación de ella o la suciedad del vestido. Los que creen estar sanos no buscan la ayuda del médico (Marcos 2:17), por eso los laodicenses están peligrando (Apoc 3:17-18). Debemos tener hambre y sed de justicia (Mateo 5:3,6).
  5. Luego de estar delante de Cristo, hemos de quitarnos las vestimentas viles (Zac 3:3,4). Para ello debemos estar triste por haber pecado (2Cor 7:10), aborrecer el pecado (Lucas 18:13) y renunciar a él (Lucas 14:33).
  6. Tomar la vestimenta (recibir la justicia) por medio de la fe (Zac 3:5).
  7. Y debo mantenerme vestido y con la ropa limpia. De modo que cuando venga mi nombre, mi turno al juicio ya no seré visto por el rey desnudo, sino vestido de la justicia de Cristo (Mateo 22.11-14).

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