El Hijo de Dios era el siguiente en autoridad al gran Legislador. Sabía que solo su vida podría ser suficiente para rescatar al hombre caído. Era de mucho más valor que el hombre, ya que su carácter noble e inmaculado y su exaltado cargo de comandante de todas las huestes celestiales estaban por encima de la obra del hombre. Estaba en la imagen expresa de su Padre, no solo en rasgos, sino en perfección de carácter.

La sangre de las bestias no pudo satisfacer las demandas de Dios como sacrificio expiatorio por la transgresión de su ley. La vida de una bestia era de menos valor que la vida del pecador ofensor, por lo tanto, no podía ser un rescate por el pecado. Solo podía ser aceptable ante Dios como figura de la ofrenda de su Hijo.

El hombre no podía expiar al hombre. Su condición caída y pecaminosa lo constituiría en una ofrenda imperfecta, un sacrificio expiatorio de menor valor que Adán antes de su caída. Dios hizo al hombre perfecto y recto, y después de su transgresión no podría haber sacrificio aceptable a Dios por él, a menos que la ofrenda hecha fuera en valor superior al hombre en su estado de perfección e inocencia.

El divino Hijo de Dios fue el único sacrificio de valor suficiente para satisfacer plenamente las exigencias de la ley perfecta de Dios. Los ángeles no tenían pecado, pero tenían menos valor que la ley de Dios. Estaban sujetos a la ley. Eran mensajeros para hacer la voluntad de Cristo y ante él para inclinarse. Fueron seres creados y en prueba. Sobre Cristo no se impusieron requisitos. Tenía poder para dar su vida y volver a tomarla. No se le impuso la obligación de emprender la obra de expiación. Fue un sacrificio voluntario que hizo. Su vida fue de suficiente valor para rescatar al hombre de su condición caída.
(2SP pág 9 -10; https://m.egwwritings.org/en/book/143.19#20)

2 comentarios en «¿Con qué vida pagó el Padre el precio de nuestra redención? ¿Humana? ¿Angélica? ¿Divina?»
  1. Del mismo modo en que el Hijo de Dios hizo de su vida sacrificio en muerte para la expiación de los hombres de manera voluntaria, asimismo todo el que quiera ser discípulo de Jesús debe tomar su cruz de manera voluntaria. Dios no impuso a Jesús el sacrificio para la expiación del pecado del hombre, sino que él mismo dio su vida para luego tomarla, tampoco Dios impone al hombre que deje todo y tome su cruz y siga a Cristo, todo es voluntario por amor de su nombre que es santo, misericordioso, lento para la ira y justo sobre todas las cosas.

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