El día 25 de diciembre, muchos reúnen la familia y cambian regalos alrededor de un pino adornado con bolas rojas y otros adornos. Creen que en este día, se conmemora el nacimiento de Jesús Cristo, el Hijo de Dios, El Salvador de la humanidad. Por esa razón, muchos arman pesebres. Sin embargo, pocos se detienen para preguntarse si de hecho esta fiesta se encuentra en la biblia o si a Dios le agrada que la conmemoremos. ¿Llegaste a meditar acerca de eso?
El origen de la Navidad
Al investigar en las Sagradas Escrituras, no encontramos mención alguna sobre una fiesta que pueda asemejarse a la Navidad, conmemorada por los hebreos fieles a Dios o por la iglesia primitiva. La conmemoración que vemos instituida en la Biblia fue la relacionada con la muerte de Jesús, no con su nacimiento. Al instituir la Santa Cena, por ocasión de la Pascua, afirmó que el pan y el vino eran símbolos de Su cuerpo y Su sangre entregados por nosotros (Mateo 26:26-28). Dijo: “haced esto en memoria de Mí” (Lucas 22:19). La costumbre de conmemorar el nacimiento existía solo entre los paganos.
La religión fundada en la época de la Torre de Babel por Nimrod, el rebelde contra Dios, fue moldeada a lo largo de la historia y “cristianizada” a fin de continuar siendo un instrumento de Satanás para engañar a los hombres. Las prácticas de adoración al Dios Sol fueron mantenidas, cambiándose apenas los nombres para obtener mayor aceptación entre los profesos cristianos y creyentes en la Biblia. Sobre la Navidad, cuenta la historia que Nimrod, cuyo nombre significa “rebelde” o “él se rebeló”, tuvo un hijo con su propia madre —Semíramis. Entre las diferentes versiones, una dice que después de la muerte de Nimrod, ella había quedado embarazada y para esconder la vergüenza, dijo haber sido fecundada por el propio Nimrod, el cual se había convertido en el dios sol. Su hijo se llamó Tamuz, y fue considerado el hijo del dios sol, el dios redentor. Se instituyó la conmemoración de la fecha del nacimiento de Tamuz —25 de diciembre. Tamuz murió mientras su madre aún vivía. Dice la leyenda que su cuerpo fue descuartizado y los pedazos fueron enviados a diferentes lugares. Entonces, su madre ordenó buscar los pedazos para recomponer el cuerpo de su hijo. Esta búsqueda tardó cuarenta días, al final de los cuales ella se colocó sobre el cuerpo del muerto y lo hizo resucitar. Por lo cual, más tarde fue instituido el uso del pino en la conmemoración del nacimiento de Tamuz, el cual era un símbolo de su resurrección. Se dice que los adoradores del dios sol ofrecían sacrificios humanos cuerpos de las personas que no estaban en armonía con su religión. Aquellas personas eran degolladas, y sus cabezas eran colgadas en el pino de la fiesta en honor a Tamuz.
Algunas tribus hoy en día, mantienen este ritual, como los devotos de la secta tántrica, en la India.
En la foto, vemos algunos de esos adoradores vigilando las ramas de un árbol en el que hay cráneos colgados, como ofrenda para el(la) dios(a) Shiva. Esa historia puede ser fácilmente encontrada en diferentes enciclopedias. Existen algunas variantes entre los diversos relatos, pero la esencia es la misma. En la “Historia Eclesiástica de Mosheim”, se lee: “se dice que el 25 de diciembre fue escogido como la fecha del nacimiento de Jesús, porque en este día la Roma pagana celebraba la antigua “fiesta del solsticio de invierno (Natalis Solis Invicti)”, que data de la tradición babilónica y que recordaba a Mitra, Baco, Adonis, Horus, Osiris, Júpiter, Hércules y Tamuz, hijo de Nimrod, que habían nacido en la misma época invernal, conocida hoy como Navidad. De allí surgió la idea de unir el nacimiento de esos dioses con el nacimiento de Jesús. Esta fiesta y otras eran las más viles, inmorales y degeneradas que tanto desprestigiaron a Roma. Los demás días que forman la fiesta de la Navidad, fueron colocados para sustituir las fiestas Saturnálias y otras fiestas paganas”.
La palabra Navidad viene del latín que significa “nacimiento”. En ese día se conmemoraba el nacimiento de un hombre impío, más tarde considerado hijo de dios —Tamuz. El pino, símbolo de su renacimiento, fue mantenido, y en lugar de las cabezas degolladas figuran las bolas de color rojo, que recuerdan sangre. La costumbre de darse regalos, viene también de los paganos, de las fiestas Saturnálias, según relatan las enciclopedias. A despecho de las buenas expectativas que los conmemoradores de hoy tienen en relación a esta fecha, esperando recibir obsequios, no se dan cuenta que, al seguir la “tradición de la navidad”, están siguiendo las costumbres paganas antiguas.
¿Cuándo nació Jesús?
Aunque la Biblia no marca la fecha exacta del nacimiento de Jesús, da información suficiente para que sepamos que no pudo haber ocurrido en el mes de diciembre. La tierra de Israel está localizada en el hemisferio norte, en donde las estaciones del año están invertidas en relación a Brasil, Argentina, Uruguay y los diferentes países que están en el hemisferio sur. En el mes de diciembre, mientras en Brasil se inicia el verano, en Israel comienza el invierno, el cual es extremadamente frío, y también lluvioso, a tal punto, que las personas no pueden permanecer en la calle. En el libro de Esdras, capítulo 10, encontramos el relato de una escena ocurrida en el mes noveno del calendario hebreo, que corresponde a noviembre-diciembre del nuestro: “E hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén que todos los hijos del cautiverio se reuniesen en Jerusalén… Así todos los hombres de Judá y de Benjamín, se reunieron en Jerusalén dentro de los tres días, a los veinte días del mes, que era el mes noveno; y se sentó todo el pueblo en la plaza de la casa de Dios, temblando con motivo de aquél asunto y por causa de la lluvia…Y respondió toda la asamblea y dijeron en alta voz:…pero el pueblo es mucho, y el tiempo lluvioso y no podemos estar en la calle” (Esdras 10:7,9,10).
Cuando el Salvador vino al mundo como un bebé, estaban en el campo los pastores “que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño” (Lucas 2:8). Eso no podría haber sido en invierno, por tanto, no podría ser en diciembre. Un estudio más acertado muestra que Jesús posiblemente nació entre los meses de septiembre u octubre de nuestro calendario actual. La Biblia relata en el libro de Lucas, que Zacarías recibió la visita del ángel, anunciando que tendría un hijo, mientras trabajaba en el Santuario: “Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios, según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio…se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso…y el ángel le dijo: Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan” (Lucas 1:8-13). Zacarías era de la orden de Abías (Lucas 1:5). El año estaba dividido en 24 turnos de 15 días, y cada orden de sacerdotes oficiaba en el santuario en la época correspondiente a su orden. Los turnos comenzaban a partir del inicio del año hebreo, que siempre se da entre marzo y abril. El turno de la orden de Abías, a la cual pertenecía Zacarías, era el Octavo (1Crónicas 24:10). Siendo cada turno de quince (15) días, había dos (2) turnos por mes. Como el de Zacarías era el octavo, él oficiaba en el cuarto mes del año:
8 Turnos de 15 días = 4 Meses de 30 días
El calendario hebreo era contado por la observación del sol, la luna y la cosecha de la cebada. Así, sus fechas no coinciden todos los años con la fechas del calendario que usamos hoy, llamado Gregoriano. Por lo tanto, el primer mes del año hebreo no caía siempre en la misma fecha, dependía de cuando madurase la cebada. A veces caía en nuestro marzo y otras en el mes de abril. Podemos considerar que el primer mes del calendario hebreo corresponde a marzo/abril de nuestro calendario. De esta manera, el segundo caerá entre abril/mayo; el tercero entre mayo/junio y el cuarto entre junio/julio. Zacarías trabajaba en la última quincena del mes cuarto, el que correspondería a julio del calendario que utilizamos hoy día. Fue en ese mes que él recibió la visita del ángel.
“Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa. Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet” (Lucas 1:23,24). Terminado su trabajo en el mes de julio, Zacarías volvió y enseguida Elisabet quedó embarazada. En el sexto mes de su embarazo, el ángel anunció a María el inicio de su concepción por el Espíritu Santo:
“Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazareth, a una virgen…María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida!… Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús” (Lucas 1:26-28, 30, 31). Contando el inicio del embarazo de Elisabet por el mes de julio, el sexto mes sería enero. En esa época, María concibió, o quedó embarazada, de Jesús. No hay razón para que pensemos que la gestación de Jesús fue de un tiempo diferente al de nueve meses, el tiempo natural de gestación de un bebé saludable, pues Jesús, además de nacer saludable físicamente, es nuestro ejemplo en todo. Siendo así, María dio a luz a Jesús cerca del mes de octubre.
Dios no dejó informaciones en la biblia que hagan posible determinar la fecha exacta del nacimiento del Salvador, lo que demuestra que no ha sido Su deseo que la conmemoremos o reverenciemos. Todas las ceremonias y festividades religiosas establecidas, por ejemplo, las fiestas judaicas, tenían el objetivo de fijar en las mentes de los adoradores los importantes acontecimientos del plan de la redención y el amor y cuidado de Dios y Su Hijo para con la humanidad pecadora. La Pascua representaba la muerte de Jesús: los panes ázimos recordaban la gran liberación del cautiverio en Egipto, realizada por Dios; y la mayor, la liberación del cautiverio del pecado, que sería realizada por Jesús; el Pentecostés representaba el maravilloso don del Espíritu Santo que Dios daría a los creyentes para hacer eficaz el sacrificio de Cristo para el caso de cada ser humano, habilitando al hombre perdonado por la fe a obedecer todos los mandamientos; la fiesta de las trompetas era el indicio del anuncio del advenimiento de Cristo en el tiempo del fin, donde un mensaje sería dado por el pueblo de Dios con poder, asemejando el toque de la trompeta, anunciando al pueblo de la tierra la necesidad de prepararse para encontrarse con su Señor. Por último, el día de la expiación, que recordaba al pueblo la última obra de cooperación con Dios, de su responsabilidad, humillando sus almas delante del Señor para que sus pecados sean borrados del santuario mientras su Sacerdote trabaja en su favor, haciendo la última intercesión por ellos junto a Dios; y la fiesta de los tabernáculos, que celebraba la ocasión en la cual en breve todos los creyentes dejarán su hogar en la tierra para morar en los tabernáculos eternos preparados por Dios para los que aman al Señor Jesús y su venida. De todas esas fiestas podemos hablar detalladamente en otra edición futura, pero por ahora presentamos un breve resumen de su significado espiritual para reforzar la idea central: “Dios nos da solo las fechas conmemorativas, cuyo recordatorio es el que más contribuye a nuestro crecimiento espiritual, según Su entender”. No vemos siquiera un caso en la Biblia de la conmemoración de la fecha de nacimiento de quien quiera que sea. De allí entendemos que las tradicionales fiestas de aniversario no fueron instituidas por Dios. Fiestas en las cuales esperamos recibir en lugar de dar, en las que el “yo” es exaltado y honrado, no constituyen el conjunto de las ceremonias establecidas para nuestra edificación. En el verdadero cristianismo el yo está “crucificado con Cristo” (Gálatas 2:20), para que no viva más él sino Cristo, que se da por los otros motivado por un amor abnegado y no egoísta. Ninguno de los cumpleaños de Cristo fue celebrado mientras Él estuvo en la tierra, y la única fiesta familiar en la cual Él participó y Dios consideró digna de reseñar en la Biblia, fue marcada por la actitud de Jesús de servir a los invitados en su necesidad cuando faltó el jugo de uva. No para ser servido, sino para servir, era el lema de Su vida, y Él es nuestro ejemplo. Así, por la palabra de Dios, obtenemos dos importantes lecciones:
1. Jesús no nació en diciembre, mucho menos el día 25.
2. Jesús no autorizó en ningún lugar la conmemoración de la fecha de su nacimiento.
¿Cómo entró la Navidad en el seno de la Iglesia Cristiana?
De una fiesta que contenía tantas inmoralidades que desprestigiaban hasta el propio Imperio Romano, la Navidad fue convertida en una fiesta cristiana. ¿Cómo sucedió? La Enciclopedia Barsa dice: “Esta celebración se generalizó a partir del siglo IV. Como no se conoce la fecha exacta del nacimiento de Jesús, la Iglesia Católica finalmente adoptó el 25 de diciembre y cristianizó las festividades paganas, que en diversos pueblos se celebraban, como la fiesta del Sol y los carnavales de Saturno”. Y en la Enciclopedia de Religión Católica se menciona que no hay fundamentalmente, una razón que favorezca la fecha en cuestión, ya que el que estableció esta fecha fue el PAPA JULIO I en el siglo IV para terminar la enorme discrepancia que había relativa al tiempo del nacimiento del Hijo de Dios, porque unos creían que había nacido en Mayo, otros en Abril, otros en Enero, etc. De esta manera, no por la autoridad de Dios, sino del hombre, esta fiesta entró en el medio cristiano. Aunque el hombre diga tener la autorización de Dios para hacerlo, si lo que él instituye no está confirmado por un “escrito está” en la Palabra de Dios, su presunción de “autoridad divina” nada es —es apenas un hombre rebelándose contra la verdadera voluntad divina revelada en la Escritura.
La Biblia prohíbe que el pueblo de Dios, busque perpetuar los cultos paganos, de cualquier manera: “Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones…Porque las costumbres de los pueblos son vanidad…Vanidad son, obra vana; al tiempo de su castigo perecerán” (Jeremías 10:2, 3,10). Al contrario, afirma que su deber es acabar con cualquier vestigio de culto pagano en medio de ellos: “cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado delante de ti a muchas naciones…no harás con ellas alianza…Más así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas y destruiréis sus imágenes…y quemaréis sus esculturas en el fuego. Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra (Deuteronomio 7:1, 2, 5, 6). El Apocalipsis relata en lenguaje simbólico que, en el tiempo del fin, habrá un grupo selecto de personas que no estarán contaminados con ninguna de las prácticas paganas:
“Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de Su Padre escrito en la frente…Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes.” (Apocalipsis 14:1,4).
La Biblia demuestra que “mujer” simboliza “iglesia”: “maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25). Los 144.000 no se contaminaron con las iglesias de la tierra, con las enseñanzas paganas que ellas propagaron. La iglesia universal (católica) romana decidió que se conmemorase la Navidad, la fiesta pagana, ahora con nombres cristianos. Los 144.000 no estarán entre quienes la conmemoren. Ninguna práctica pagana se hallará entre ese pueblo santo, calificado de “irreprensible” (Apocalipsis 14:5) delante del trono de Dios.
La verdad es impopular
En un momento en el que todos tienen expectativas crecientes referentes a la tradición de la Navidad, nuestro mensaje es nada popular. Sin embargo, ¿el mensaje verdadero de Cristo fue popular en algún momento? El propio Salvador “vino a los que eran Suyos, y los Suyos no lo recibieron” (Juan 1.11). Y orando al Padre, refiriéndose a sus discípulos, dijo: “Yo les he dado Tu palabra; y el mundo los aborreció; porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17:14). El evangelio dado a los fieles de Cristo para ser proclamado no es uno de tipo popular, al cual las masas estén dispuestas a recibir. Incluye la negación del “yo”, a despecho de las expectativas personales egoístas, que coloca a quienes lo reciben en una dirección contraria al mundo. Pero eso, en lugar de representar sacrificio y maldición, es una bendición, porque mientras tanto, la bestia y los del mundo “caminan para perdición” (Apocalipsis 17:11), los que van al contrario, van hacia a la salvación. Dijo Jesús: “Santifícalos en la verdad, Tu Palabra es la verdad” (Juan 17:17) y sin santificación, sin sumisión a la Palabra de la Escritura, “ninguno verá al Señor” (Hebreos 12:14). El creyente alcanzará la vida eterna viviendo de “toda la palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Da muerte del “yo” y sus expectativas, pero por el poder de Jesús recibe vida eterna: “…con Cristo estoy juntamente crucificado” dijo el apóstol Pablo; “y ya no yo vivo, más Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Nadie que aprecie verdaderamente la vida de Jesús y Su sacrificio por nosotros, fruto de amor abnegado, en la cruz, podría mantener en el corazón la expectativa que tiene el pueblo en general en cuanto al día de Navidad, de recibir regalos, gozar de vacaciones y satisfacer el “yo”. Todo el que alimenta el mismo espíritu de Cristo considerará que es su deber servir antes que ser servido, y aprovechar todas las ocasiones posibles para llevar a otros al conocimiento del Salvador.
¿Qué hacer en ese día?
Lleno del espíritu de Cristo, Pablo trataba de aprovechar todas las ocasiones para predicar el evangelio, en sus propias palabras dice:
“…Por lo cual siendo libre para con todos, me he hecho siervo de todos, por ganar a más. Me he hecho para los judíos como judío, por ganar a los Judíos; para los que están sujetos a la ley, como sujeto a la ley, por ganar a los que están sujetos a la ley. Para los que están sin ley, como sin ley, (no estando yo sin ley para con Dios, mas bajo la ley para con Cristo,) por ganar a los que estaban sin ley. Me he hecho para los flacos como flaco, por ganar a los flacos. Me he hecho todo para todos, para que todo punto salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para ser hecho con vosotros partícipe de él.…” (1Corintios 9:19-23).
Procuraba identificarse con las personas en todo lo que no ofendiese los principios de la Palabra de Dios, a fin de ganarlas para Jesús. Podemos hacer lo mismo. ¿Por qué no decir como Pablo, me hice conmemorador de la Navidad para ganar a quienes la conmemoran? ¿Cómo es eso? No nos parece difícil de concebir. Puesto que todos se reúnen en esa ocasión y juzgan estar celebrando de alguna forma el nacimiento del Salvador, ¿por qué no introducir el mensaje del amor y sacrificio de Cristo al hacerse hombre y venir al mundo para salvarnos?
En ocasión del nacimiento de Cristo, los ángeles anunciaron el evangelio a los pastores: “he aquí os traigo nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo, que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor…¡Gloria a Dios en las alturas! Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:10, 11, 14). Gloria a Dios por haber condescendido en dar a Su Hijo para que pudiese reconciliar al hombre caído con Dios y así mostró su buena voluntad para con los hombres, Su deseo de salvarlos a todos, aunque con un costo infinito de Su parte. Podemos hacer lo mismo, anunciando a quienes se reúnan con nosotros en este feriado a Jesús, que “siendo en forma de Dios…se despojó a sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres” (Filipenses 2:6,7). “Siendo el resplandor” de la gloria de Dios, “la imagen misma de Su sustancia”, y “sustentando todas las cosas con la palabra de Su poder”, fue hecho “poco menor que los ángeles”…tomó sobre sí el cuerpo débil de la “descendencia de Abraham” (Hebreos 1:3, 2:9, 16). Siendo el heredero del trono del universo, como Hijo de Dios, dueño de todo y de todos, dejó el cetro del poder, la corona de gloria, destruyó el cuerpo en forma de Dios que poseía, para nacer como una indefensa criatura, hijo de una mujer pecadora, en una raza debilitada por cerca de 4000 años de pecado. Tamaño sacrificio, para ser tentado en todo, como nosotros, “pero sin pecado”, “porque en aquello que Él mismo, siendo tentado, padeció, puede socorrer ahora a los que son tentados” (Hebreos 4:15, 2:18). “En esto se manifestó el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1Juan 4:9-11). Agradable y honroso tema para traer a las mentes de las familias no sólo en el día en que se conmemora la Navidad, sino todos los días.Y en esa ocasión especial, al presentarlo con nuestras palabras, a los conocidos y parientes, estamos confesando a Cristo. Quien lo confiese en la tierra, será confesado por Él en el cielo. “No me avergüenzo del evangelio de Cristo, pues es poder de Dios para salvación a todo aquél que cree” (Romanos 1:16). Nosotros tampoco nos avergonzaremos de él, con la gracia de Dios.
Y a los niños, ¿por qué no llevarlos a comprender que muchos necesitan de su ayuda? Que en lugar de estar con grandes expectativas en cuanto a recibir juguetes nuevos, pueden bendecir a otros niños, repartiendo los muchos que poseen a quienes no tienen. Yo pasé varias vísperas de Navidad preparando juguetes para donar a otros niños carentes, incentivado por mi madre. El sentimiento de ser una bendición para otros satisface el alma. Esta es una de las bendiciones prometidas en el evangelio. Cuando anunció el evangelio a Abraham, el padre de la fe, dijo el Señor: “tú serás una bendición” (Génesis 12:2). El verdadero evangelio hace que en lugar de quedarnos esperando a recibir bendiciones, seamos una bendición para otros. Más bienaventurado es dar que recibir. Proveer para otros el pan y las necesidades físicas, y principalmente las espirituales, predicándoles la palabra y haciéndoles partícipes de la promesa del evangelio. Los niños también tienen derecho a participar de las promesas del evangelio, y por eso necesitan ser enseñados por sus padres a seguir el ejemplo de Cristo. Enseña al niño el camino en que debe andar, y cuando sea grande no se desviará de él.
Puesto que no todos poseen el don de la palabra y a todos compete igualmente el predicar el evangelio, una buena manera de seguir el ejemplo de Pablo, haciéndose de todo para con todos es: puesto que en ese día se dan obsequios, que se procure dar regalos que contribuyan al beneficio espiritual de los amigos y parientes. A los ojos del mundo pueden no parecer buenos regalos, pero para algunos, no sabemos a quienes, pudieran representar mucho —el inicio de una experiencia con Jesús que los lleve a la vida eterna. ¿Cuál presente se mostrará más valioso al final? ¿Una prenda de vestir y cualquier otra cosa que perecerá con este mundo de pecado en breve, o un material que contenga el mensaje del evangelio que lleva a la vida eterna? Le invitamos a usted, amado lector, a considerar eso en el momento de escoger los regalos que dará. Biblias, libros, Cd’s, DVD’s y cualquier otro material que lleve a las personas al mensaje salvador de vida eterna pueden hacer toda la diferencia para muchas almas. Le corresponde a usted ser un instrumento de Dios para llevarlas al conocimiento de la salvación.
¡Que Dios le bendiga!
Como todo lo que escriben los evangelistas trastornados de la cabeza, ellos son los unicos que tienen la razon. No hay nadie mas peligroso que un fanatico religioso
necesito saber a que iglesia o denominacion religiosa perteneces
Hola gracias por tu comentario… pero antes de responderte me gustaria saber porque necesitas saber esa informacion? O quieres saber donde nos reunimos? Si quieres escribeme a mi celular: 04241526071