luteranisimo
Martín Lutero: reformador alemán.

La grandeza de nuestra congregación, no se debe a la altura de los edificios de ayuda social, ni a la multitud de miembros que tenemos, o a la abundancia de nuestros diezmos y ofrendas. Nuestra grandeza se basa en una premisa muy sencilla, resumida en una declaración efectuada hace más de doscientos años, «… Yo no puedo someter mi fe ni al papa ni a los concilios, porque es tan claro como la luz del día que ellos han caído muchas veces en el error así como en muchas contradicciones consigo mismos. Por lo cual, si no se me convence con testimonios bíblicos, o con razones evidentes, y si no se me persuade con los mismos textos que yo he citado, y si no sujetan mi conciencia a la Palabra de Dios, yo no puedo ni quiero retractar nada, por no ser digno de un cristiano hablar contra su conciencia. Heme aquí; no me es dado hacerlo de otro modo. ¡Que Dios me ayude! ¡Amén!».[1]

Éste es el verdadero genio del cristianismo, fe en la sola Palabra de Dios. El saber que por su sola Palabra el Señor creó todo lo que vemos. Que por su Palabra sola somos alimentados y acobijados cada día. Que por su Palabra sola obtenemos la salud, el poder, la vida y la felicidad. Y por eso es que sujetamos nuestras conciencias a la Palabra sola, nuestra fe a su Palabra sola, nuestro credo a su Palabra sola.  Por eso nuestra fe no podemos someterla a ningún hombre o grupo de hombres porque yerran muchas veces y se contradicen unos a otros. No podemos hacerlo de otro modo.

Estamos llamados a ser ese pueblo que: “…sostendrá la Biblia y la Biblia sola, como piedra de toque de todas las doctrinas y base de todas las reformas. Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones de la ciencia, ni los credos o decisiones de concilios tan numerosos y discordantes como lo son las iglesias que representan, ni la voz de las mayorías, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto debemos cerciorarnos de si los autoriza un categórico «Así dice Jehová.»[2].

Y por eso, queridos amigos y hermanos yo os digo ahora: tenemos trabajo que hacer. Tenemos que dejar nuestra confianza en el hombre y dirigirla a la Biblia sola. Tenemos que llevar a nuestro hermano a confiar y creer como un niño a la Palabra sola. Tenemos que mostrarle al hermano el cual siempre busca la opinión de un erudito que las opiniones de los eruditos teológicos o  históricos no pueden ser evidencia a favor o en contra de ningún punto de nuestra fe. Tenemos que decirle al joven deslumbrado por la ciencia que las deducciones de la ciencia con sus grandiosos experimentos o elaborados razonamientos, no puede ser evidencia a favor o en contra de nuestra fe. Tenemos que hacer razonar a los hermanos aferrados a sus creencias fundamentales que los credos o decisiones de concilios ecuménicos o no, no pueden ser evidencia en favor o en contra de nuestra fe en la Palabra sola. Tenemos que decirle a todos los que siguen la corriente mayoritaria, los que siguen las multitudes, que no es la cantidad de gente que cree algo lo que lo convierte en verdad, que la verdad no tiene que ver con la democracia ni con el gusto o inclinación de la mayoría; sino que la verdad y fundamento de nuestra fe debe ser un categórico “Así dice Jehová”.

Si sentís la misma energía que yo, si sentís la misma urgencia que yo, si sentís la misma pasión, si sentís la misma esperanza que yo, si hacemos lo que tenemos que hacer, entonces no tengo ninguna duda que este mismo año, a lo largo del país desde el Zulia hasta el Delta Amacuro, desde Caracas hasta el Amazonas nuestra congregación se levantará y alumbrará esta tierra con la gloria de Cristo disipando las tinieblas del error. Y así a lontananza veremos la nubecilla que va creciendo hasta llegar a buscarnos.

¿Quién está dispuesto a unirse a este sueño y cumplir esta visión profética?


[1] Lutero ante la Dieta, CS 170-171.

[2] CS 65

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