31 de Agosto 2024

  1. Cristo es Dios por herencia (el Dios unigénito – Juan 1.18) y Creador (Juan 1.3; Col 1.16-17; Heb 1.10).
  2. Es el Legislador (dió leyes en Edén y Sinaí – Gen 1 y 2; Exodo 20; Numeros 21.4-6 cf 1 Cor 10.9). El sábado fue dado como señal y recordatorio del Creador (Gen 2.1-3; Exo 20.8-11; Ezequiel 20.20).
  3. El pecado fue desobedecer las leyes y propósito del Creador (Gén 3; 1 Juan 3.4). Heredamos el pecado, la esclavitud y la muerte (Romanos 7).
  4. Para salvarnos el Creador y Legislador se hizo carne de pecado (Dios con nosotros – Mateo 1.23).
  5. Fue tentado como nosotros, y venció por la (su) divinidad (Dios por nosotros – Hebreos 4.15).
  6. El Inmortal murió por nosotros (Dios por nosotros – Hechos 3.15; Rom 5.8). Y resucitó para justificarnos en el santuario celestial (Rom 4.25; Hebreos 8.1-2).
  7. Viendo su gloria (Juan 1.14), somos justificados y transformados (2 Corintios 3.18) y Alumbramos con su gloria (Mateo 5.14-16) – (Dios en nosotros).

Aquí tenemos el video del sermón:

https://www.youtube.com/watch

TRANSCRIPCIÓN DEL SERMÓN/ESTUDIO:

Siete Verdades Acerca de Cristo y Su Justicia

Introducción

El tema de hoy que vamos a estudiar lo hemos titulado «Siete Verdades Acerca de Cristo y Su Justicia». Es algo de lo que seguramente ya hemos hablado bastante, pero queremos compartir nuevamente y volver a estudiar este tema condensado en siete puntos clave del mensaje de Cristo y Su justicia.

Clamor de Pablo

Claro, hemos comenzado con la lectura bíblica de Romanos 7. Vamos otra vez a Romanos 7 porque en este capítulo, especialmente en el versículo 24, se nos presenta un clamor que hace el apóstol Pablo: «Miserable de mí». Después de describir todo lo que ha dicho en el capítulo 7 de Romanos, define o resume su condición, y la nuestra también, como un ser miserable.

Condición Miserable

Pero no en el sentido de que somos miserables porque somos malas personas, aunque también, sino en el sentido de que estamos en una condición miserable, es decir, una condición de miseria. ¿Y a qué se refiere esa condición de miserable? Bueno, él lo dice en forma de pregunta: «¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?». Se refiere a que ha venido describiendo desde el principio que, inclusive, se puede conectar con la lección de Escuela Sabática.

En los primeros versículos, el apóstol dice: «Nosotros ya venimos casados». Tratábamos de hacer una ilustración en esta semana aquí en casa, y decíamos que es como cuando alguien ya viene, desde pequeño, establecido con quién se va a casar, como esos matrimonios concertados. En nuestro caso, Adán nos vendió y nos vendió para que estuviésemos casados, ¿con quién? Con el mal marido, que representa al mundo, a la carne, a la concupiscencia.

La Ley del Pecado

Todo lo que dice Romanos 7 es una descripción de esa condición que tenemos: la ley del pecado en nuestros miembros, que el pecado nos domina, que somos esclavos del pecado. Inclusive, sabiendo que la ley es buena, porque lo dice en el versículo 14: «Sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal», dice Pablo.

A partir de aquí, nos damos cuenta de que Pablo está hablando como judío y también se aplica como adventista, porque no está hablando de la condición de la gente del mundo específicamente. El mundo no considera que la ley de Dios sea buena, el mundo ha cambiado la ley y se olvida de la ley. Pero, ¿quiénes son los que creemos que la ley es espiritual y que es buena? Los que creemos que la ley sigue vigente. Sin embargo, a pesar de que sabemos esto, seguimos siendo esclavos de la desobediencia a la ley.

La Angustia de la Esclavitud

Entonces, es cuando él dice al final: «Miserable de mí». Somos creyentes, pero seguimos siendo esclavos del cuerpo de esta muerte. Claro, así nos deja el apóstol en el capítulo 7, o nos deja a todos cuando leemos este capítulo, con esa angustia de saber: «Entonces, ¿cómo hacemos para estar libres de las pasiones que tenemos dentro, que batallan contra nuestra alma?».

Porque a veces pensamos que lo que sentimos es bueno, pero todo lo que sentimos automáticamente viene de la carne. Una cosita más: «miserable» me recuerda lo que dice Jesús de la iglesia de Laodicea, ¿qué dice Jesús? «Tú dices que eres rico, que te has enriquecido y que de ninguna cosa tienes necesidad, pero no sabes que eres miserable, pobre, ciego y desnudo». Entonces, la primera palabra que menciona allí es «miserable». Esta es la miseria a la que se refiere Jesús en Laodicea, y justamente Laodicea conoce la ley, pero es esclava del pecado.

Bueno, la respuesta está en el capítulo 8, que es el mensaje de Cristo y Su justicia. ¿Por qué? Porque a partir del siguiente versículo, el apóstol, en el versículo 3 específicamente, dice: «Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne». Ahí está, lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, lo resolvió Dios. ¿Cómo lo resolvió? Enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado condenó al pecado en la carne. Ya lo vamos a explicar. ¿Y para qué hizo esto Dios? Versículo 4: «Para que la justicia de la ley se cumpla en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu».

Siete Puntos Verdaderos

Entonces, aquí podemos encontrar estos siete puntos verdaderos.

Primer Punto: Dios Envió a Su Hijo

El primer punto es que Dios envió a Su Hijo. Ese es el primer punto. El apóstol Pablo quiere que entendamos que la liberación empieza con quién fue enviado para nuestra salvación. Dios envió, ¿a quién? A Su Hijo. Dios no envió a un ángel, ni envió tampoco a un ser humano poderoso, ni a ningún ser creado. Dice aquí que envió a Su Hijo. Y claro, lo primero que nos dice es que Dios tiene un Hijo. La primera parte de esta frase es que Dios tiene un Hijo, y por ser Hijo de Dios, también Jesús es Dios, pero por herencia. Eso lo hemos estudiado. Lo dice, por ejemplo, en versículos como Juan 1:1 y 2: «En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios», y Dios es el Padre, «y el Verbo», cuando estaba con Dios el Padre, ¿qué era el Verbo? También era Dios. ¿Por qué? Porque nació de Dios. Así como yo soy humano, por ejemplo, y tengo hijas, ¿qué son mis hijas? Son humanas también porque son mis hijas. Ningún ser que tiene un hijo tiene un hijo de otra naturaleza diferente, ni un animal.

Segundo Punto: La Naturaleza de Su Hijo

Otra cosa que podemos entender de este primer punto es lo que dice Juan 1:18, que es el mismo versículo que estamos citando de Juan mismo. Dice: «A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer». Entonces, lo que se nos muestra en esos versículos, y hay muchos más que vamos a dejar por fuera para que nos alcance el tiempo, es que Dios envió a Su Hijo, y Su Hijo es de Su misma naturaleza y fue enviado por Dios.

Tercer Punto: La Debilidad de la Carne

¿Qué otra cosa más podemos entender? Bueno, saltamos un poquito atrás, en el mismo versículo 3 de Romanos, y nos dice algo clave: «Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne». ¿Qué nos dice esta parte del versículo de Romanos 8:3? Que hay una debilidad en la carne. O sea, que el ser humano es débil. Como preguntamos en la escuela sabática: ¿quiénes son débiles? Todos somos débiles. ¿Dónde está nuestra debilidad? En la carne. Y según Romanos 8, ¿somos débiles para qué? Bueno, dice aquí, para guardar la ley, porque es lo que está hablando. Dice: «Lo que era imposible para la ley». Es todo lo que ha dicho en el capítulo 7. En el capítulo 7 viene diciendo que, por ejemplo: «No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, ese hago». Lo que nos está diciendo es que nosotros, ciertamente, Dios creó al hombre. ¿Verdad? El Hijo de Dios, Jesús, creó al hombre perfecto y santo, y también Jesús dio leyes en el Edén, en Génesis 1 y 2. Pero, ¿en qué consistió el pecado allí? El primer pecado consistió en desobedecer. Desobedecer una de las leyes que fueron establecidas en la creación, porque Dios le dijo al hombre: «De todos los árboles puedes comer, pero de este no comerás». Entonces, le dio otras leyes también. Le dijo que debía multiplicarse, que debía guardar el sábado, que debía casarse, tener hijos y multiplicarse. Un montón de leyes están allí en Génesis 1 y 2, y entre esas le dio esa.

La Entrada del Pecado

Entonces, allí, el diablo se metió, logró seducir y persuadir primeramente a la mujer. La mujer, luego seducida, sedujo al hombre, y cuando el hombre peca, desobedece a Dios. Ahí es cuando entra el pecado en el mundo. Entonces, el pecado realmente es la transgresión de la ley, pero es la transgresión de la ley del Creador, del propósito original del Creador. Ahora, ¿a partir de allí cómo venimos nosotros? A partir de allí, fíjense que si vamos un momento, ponemos pausa aquí en Romanos 8 y vamos a Génesis, nos encontramos lo siguiente: nos encontramos en Génesis capítulo 1, que dice, después que Dios creó todo, en el versículo 31: «Vio Dios que todo lo que había hecho era bueno en gran manera». Sí. Ahora, ¿cómo creó al hombre? En el versículo 26 dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen». Se lo dijo el Padre a Su Hijo, conforme a nuestra semejanza. O sea, ¿a imagen de quién fue hecho el hombre? De Dios. ¿Y solo el hombre fue hecho a imagen de Dios? No, también su Hijo. ¿No? No, porque estamos hablando del hombre y la mujer. ¿Solo el hombre fue hecho a imagen de Dios o también la mujer? También la mujer, porque el versículo 27 dice: «Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó».

La Procreación después del Pecado

Entonces, teníamos la imagen de Dios, pero después del pecado vinieron Adán y Eva y tuvieron sus hijos. ¿Y cómo fueron los hijos entonces a partir de aquí engendrados? Génesis capítulo 5, perdón, versículo 3. ¿Qué dice Génesis 5:3? «Vivió Adán 130 años y engendró un hijo». ¿Un hijo a semejanza de Dios sí o no? ¿Adán engendró un hijo a semejanza de Dios? No. Sí o no, hay dudas en la sala. Dice directamente: «Semejante a Adán». Ah, entonces díganme que no, díganme “No, hermano, se equivocó”. Pero claro, como Adán fue hecho a imagen de Dios también. Fíjense, ese es el énfasis que quiero que vean: el énfasis es que Adán fue hecho a imagen de Dios, pero cuando Adán engendró un hijo, y lo engendró después de pecar, el hijo fue hecho a semejanza de Adán, pecador. Exacto, como dice Romanos 7, esclavos del pecado. Entonces, a partir de allí, ¿qué vemos? Que todos los seres humanos… es lo que dice Pablo. Pablo refiere a esto cuando dice que somos vendidos. ¿Quién nos vendió al pecado? Adán. Entonces, ¿por qué? Porque a partir de Adán, cuando engendra a su hijo, lo engendró a su propia imagen, conforme a su propia semejanza.

La Condición Humana

Es lo que dice Pablo en Romanos capítulo 7. Volvamos otra vez a Romanos 7 y Romanos 8. Por eso Pablo dice: «Mira, venimos así desde pequeños, venimos esclavos». ¿Y qué hace un esclavo? Trabaja para su amo, obedece al amo. O, como lo dice al principio, venimos casados. ¿No venimos casados con un marido? El marido es la ley del pecado. Entonces, claro, esa es la condición desde Adán, y claro, se ha ido aumentando. Cuando Jesús nació, habían pasado 4000 años de pecado. Ahora hay más de 6000 años de pecado que cargamos en nuestra carne.

La Misión de Jesús

Ahora volvemos a Romanos 8. Dice: Dios envió ¿a quién? A Su Hijo. Ese sería el cuarto punto, la cuarta verdad. Dios envió a Su Hijo. No, perdón, dijimos que esa era la primera, el punto número uno. El punto siguiente, el número cuatro, es cómo lo envió. Dios envió a Su Hijo. ¿Cómo lo envió? Dice mi Biblia: «en semejanza de carne de pecado». Esa es la cuarta verdad. Repito, por si nos hemos perdido: la primera verdad, Cristo es Dios por herencia, porque es hijo de Dios, claro, parecido, sino igual a Él. Muy bien, muy bien, eso. Punto número uno, entonces, Dios envió a Su Hijo. Punto número dos, Su Hijo es el creador y el legislador. Punto número tres, ya lo vimos, la debilidad de la carne viene desde la desobediencia en el Edén, y todos traemos esa imagen de Adán, esclavitud al pecado. Y punto número cuatro es que Dios envió a su hijo en semejanza de carne de pecado. Y, como decía Débora, no es en apariencia, sino realmente lo envió en carne de pecado.

Y por eso es que, si nos vamos un momentito a Mateo 1:23, se nos dice que el nombre de Jesús, justamente, el que se le dio a Jesús y que se profetizó que tendría Jesús, justamente resume eso, eso que hasta aquí hemos leído. Mateo 1:23 dice lo siguiente: «He aquí, la virgen concebirá y parirá un hijo, y llamará su nombre Emmanuel». ¿Y qué significa el nombre? Dios con nosotros. ¿Por qué? Porque Jesús, por ser hijo de Dios, es Dios. Y al venir en carne de pecado, vino como nosotros. Entonces, Dios con nosotros. Ese es el nombre de Cristo profetizado.

¿Y qué es lo que nos resume entonces ese nombre? Bueno, eso: que Dios envió a su hijo en carne de pecado. Y ¿quién estaba, pues, allí en el vientre de María, quien luego estaba en el pesebre, quien creció en las colinas de Belén, quien estuvo en el templo con los sacerdotes preguntándoles, quien fue bautizado por Juan, quien predicó y hizo milagros? ¿Quién era? Dios con nosotros. Dios con nosotros. Ese era Dios con nosotros.

¿Qué otra cosa nos dice esta gran verdad, que estaba con nosotros? No solamente la Biblia nos dice que vino en carne de pecado, sino que, volviendo a Romanos 8, versículo 3, dice que Él, a causa del pecado, condenó al pecado, ¿dónde? En la carne. Condenó al pecado en la carne. ¿Qué significa esto? Bueno, esto significa, digamos, dos implicaciones. Primero, que Jesús fue tentado como nosotros. Sería Hebreos 4:15, lo dice bien claro, ¿no? Hebreos 4:15 lo dice bien claro, dice lo siguiente: «No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades». No, no tenemos. Hebreos 4:15: «No tenemos un sacerdote que no pueda compadecerse, sino uno que fue tentado como en todo, según qué, según nuestra semejanza».

Entonces, pregunto: ¿cómo fue tentado Jesús? ¿Como Adán antes de pecar o como nosotros? Como nosotros. El texto es claro, dice: «tentado como nosotros, tentado en todo como nosotros». Entonces, justamente, Él fue tentado como nosotros, como somos tentados nosotros. ¿Y cómo somos tentados nosotros? Bueno, ya lo estudiamos en Santiago. Cuando estudiamos Santiago, dice que cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Y luego, la concupiscencia, después que es concebida… concebida, ahí está lo que estábamos hablando en la escuela sabática, Nicole. La concupiscencia es concebida, la tenemos en la carne, pero cuando la aceptamos en la mente, entonces pare el pecado. Y el pecado consumado, consumado quiere decir cuando se ejecuta. Porque primero el pecado se concibe en la mente. Si yo voy a robar, yo digo: “Voy a robar esto”. Entonces, eso ya lo decidí, pero consumado es cuando voy a la tienda y me lo robo. Engendra la muerte. Entonces, ¿qué pasa? El pecado ocurre aquí, pero viene por la tentación de lo que está aquí. Entonces, el proceso que dice Santiago, básicamente, es: tenemos el pecado en la carne. Si queremos ilustrarlo, pues tenemos el pecado en la carne, y el pecado quiere ahora subir a la mente. El pecado habita en la carne, y quiere habitar aquí. ¿Qué es la tentación? Como decía Martín Lutero: «No podemos evitar que los pájaros aleteen sobre nuestras cabezas, pero sí podemos evitar que hagan nido». Entonces, en esa comparación, hacer nido sería concebirlo, aceptarlo. Entonces, la tentación son los pájaros aleteando. Es el pecado que quiere subir y dominar mi mente.

¿Por qué hago esta ilustración? Porque, si volvemos a Romanos, Romanos dice: condenó al pecado, ¿en dónde? En la carne. O sea, ¿Jesús tenía pecado en su carne? Sí, pero en la carne. Pero Él condenó al pecado a que se quedara en la carne. O sea, Jesús fue tentado, pero como dice Hebreos 4:15, no pecó. O sea, no consintió ni en pensamiento ninguna de esas cosas de pecado. Él sintió la tentación, pero no la aceptó y condenó al pecado, entonces, a que se quedara en su carne.

Eso es lo que sería el quinto punto, la quinta gran verdad: fue tentado como nosotros, pero Él venció. Él venció, contrario a nosotros, que desde pequeños hemos caído porque estamos sin Dios. Entonces, ¿por qué venció Jesús? Si Jesús tenía nuestra carne, ¿qué es lo que tenía Él diferente a nosotros que lo hizo vencer? Si decimos que… si nosotros decimos y planteamos —y ahí es donde muchas veces la gente no entiende— si decimos: «Mira, nosotros tenemos carne de pecado, ¿no? Y por eso la traemos desde pequeños y por eso desde pequeños caemos en pecado, porque traemos una carne y somos esclavos». Y luego decimos: «Pero Jesús también tenía la misma carne que nosotros». Entonces, ¿qué fue lo diferente para que nosotros caigamos y Él no cayera? ¿Por qué? ¿Qué es lo que tenía Él de diferente?

Sí, pero la comunión… hay algo. ¿Hay algo que nos da esa comunión? O sea, ¿qué es lo que nos da la comunión con el Padre? Su espíritu. Ahí está la clave. Un paréntesis aquí para que ustedes vean, miren lo que dice Juan. Jesús se lo dijo a Nicodemo, Juan capítulo 3. Cuando Nicodemo viene, lo primero que Jesús le dice, versículo 3, Juan 3:3: «De cierto te digo, el que no naciere otra vez no puede ver el reino de Dios». Entonces le está diciendo a Nicodemo: «Tienes que nacer de nuevo». Dice el versículo 5, Jesús lo repite: «El que no naciere de agua y del espíritu». ¿Por qué? Versículo 6, Jesús da una definición allí en el versículo 6 que nos explica esto. ¿Qué dice allí? «El que es nacido de la carne, carne es». ¿Y qué significa? Carne es pecador, que hacemos lo que nos dice la carne. ¿Y qué es lo que nos dice la carne? Peca.

Como yo siempre digo a modo de ilustración, para que uno se dé cuenta que a veces las cosas del mundo hablan de la Biblia, pero uno las canta sin saber. Cuando dicen esa canción famosa que fue no solo aquí en España, sino en todo el mundo: «Dale a tu cuerpo alegría, Macarena». Es eso mismo, dale a tu cuerpo lo que el cuerpo te pide, dale a la carne lo que la carne te pide. Y nosotros nos reímos porque nos acordamos de toda la música, pero eso es lo que es el principio. Y Jesús dice: lo que es nacido de la carne no puede hacer otra cosa que darle a la carne lo que la carne le pide.

La Justificación y el Nacer del Espíritu

Ahora, la segunda parte del versículo. ¿Qué dice? “El que es nacido del Espíritu es espíritu. Entonces, ¿qué está diciendo Jesús allí? La única forma de que puedas hacer las cosas del Espíritu es que nazcas del Espíritu. Ahora pregunto: según leímos hace rato en Romanos 7, ¿qué dijimos que era la ley? Bueno, ¿qué dijo Pablo que era la ley? La ley es espiritual. Sí, pero nosotros, ¿qué somos? Somos carnales. Entonces, ¿podemos, siendo solamente carnales, guardar una ley que es espiritual? ¿No es lo mismo que está diciendo Jesús aquí?

Ahora pregunto: si Jesús nació con carne de pecado, ¿cómo entonces él pudo guardar la ley sin pecar? Él nació del Espíritu. Ahora, Jesús nació del Espíritu, ¿desde cuándo? Jesús nació del Espíritu en la Eternidad, es verdad, pero estamos hablando del momento en que se hace hombre. ¿En qué momento? Desde que fue concebido en María hasta su muerte en la cruz, ¿en qué momento fue que él nació del Espíritu?

La Concepción y el Bautismo

¿Qué le dijo el ángel a María? Sí, desde que concibió. Desde que lo concibió, el ángel le dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te dará sombra; por lo tanto, el santo ser que nacerá será llamado Hijo de Dios». O sea, ¿desde cuándo Jesús fue concebido del Espíritu? Ya lo dije: la respuesta a la pregunta de qué color es el caballo blanco. Desde que fue concebido, fue concebido del Espíritu. O sea, él nació de la carne. En ese mismo momento, él tomó carne de pecado, pero ahí mismo, en el mismo instante en que él toma carne de pecado, también nace del Espíritu.

Entonces, desde el mismo instante en que Jesús nace, o que es concebido, mejor dicho, se cumple que él es nacido del Espíritu. Por eso se mantenía en comunicación con el Padre. Por eso es que, entonces, habitaba en él el poder de la divinidad.

La Manifestación de Dios

Otro texto: Primera de Timoteo. Ya que lo hemos explicado por aquí, ahora vamos a explicarlo. Vamos a ver lo que dice Pablo en Primera de Timoteo, capítulo 3, versículo 16. ¿Qué dice Primera de Timoteo 3:16? Aquí también está resumido el mensaje de Cristo y su justicia: «Y sin contradicción, grande es el misterio de la piedad. Primero, Dios ha sido manifestado en carne». Eso es lo mismo que significa que Dios envió a su Hijo en carne de pecado.

Segundo, ha sido… ¿qué cosa dice? Eso viene paralelo a «condenó al pecado en la carne». Pero miren lo que dice aquí Pablo a Timoteo: que no está bien explicado, por lo menos en Romanos. Jesús… ¿por qué está hablando aquí? Está hablando de Jesús, que es Dios, que es el Hijo de Dios. Le está diciendo: «Fue justificado con qué? Fue justificado en el Espíritu». Mi versión dice «con el Espíritu». ¿Qué es justificación? Justificación es que tú haces obra justa, ¿no? O sea, ¿cómo Jesús hizo las obras de justicia? Por el Espíritu.

La Clave para Vencer el Pecado

O sea, ¿qué tenía Jesús que lo hizo no pecar, vencer el pecado y, por tanto, ser justificado? El Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios, que es el Espíritu de su Padre, pero que también sabemos que es el Espíritu de quién? De él mismo. O sea, él tenía el Espíritu de él mismo y con eso fue justificado, y con eso fue que venció el pecado. Pero el Espíritu de él mismo es su parte divina. Claro, cuando estaba con el Padre en el cielo, exacto. Él mismo dijo: «Glorifícate con esa gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese».

Nacer de Nuevo

Pero fíjense, entonces, nosotros no nacemos con el Espíritu. Ajá. Entonces, por eso es que Jesús dice a Nicodemo: «Necesitas nacer de nuevo; necesitas nacer de agua y del Espíritu para que puedas vencer tu carne de pecado y ser un ser espiritual». Es decir, necesitas el poder que, traduciéndolo así, lo que Jesús le dijo a Nicodemo es: «Necesitas el poder que tengo yo para que puedas vencer tu carne de pecado». ¿Y cuál es ese poder? El Espíritu Santo, el Espíritu del Padre, el Espíritu del Hijo.

Eso es como… pues aquí estoy diciendo: Él venció, Él fue justificado por el Espíritu que estaba en él, el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, el Espíritu de él mismo. O sea, combinando, como dice… en general, Jesús nos mostró, o sea, el ejemplo que él nos dio es que la humanidad combinada con la divinidad es la clave para vencer el pecado.

El Pecado y la Muerte

Así es que puede vencer el pecado. Si uno piensa que puede vencer el pecado por uno mismo, sin el poder de la divinidad, es justificación por obra. Es simplemente justificación propia, es negar a Cristo, es el orgullo, es la soberbia, es el fariseo. Todas esas ilustraciones van hacia lo mismo, a cuando el hombre quiere depender de sí mismo.

Eso fue lo que Jesús hizo. Entonces, condenó al pecado en la carne, pero no solamente fue allí. Ahora, la otra parte es cuando Jesús dio el pago por nuestro pecado. ¿Qué sería el punto? Cuando el inmortal murió por nosotros. Porque Jesús primero no venció su carne de pecado, pero ahora también tenía que pagar por el pecado que ya se había cometido.

La Obra de Cristo

Entonces, ese sería el punto seis de estas grandes verdades de Cristo y su justicia. Estaría en Romanos, capítulo 5, versículo 8, que nos resume: «Dios encarece su caridad para con nosotros. Porque, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Ah, miren, no había leído… no había leído el comentario que hace la hermana. Bueno, primero saludamos a los que han venido: hermano S y Reyes Quintana, y la hermana Yoly. Nos comparte su versión de Timoteo, donde dice que fue justificado con el Espíritu. La versión de la hermana dice: «Triunfó en su condición de Espíritu». Muy buena esa. O sea, en este caso, esa versión lo aclara un poco más: «Triunfó en su condición de Espíritu».

Entonces, decíamos que Romanos, capítulo 5, versículo 8, nos dice la obra de Cristo al final: «Cristo murió por nosotros». Dios encarece su amor para con nosotros. Que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. O sea, Cristo no solamente vino a obedecer. Vamos a decirlo así, para colocar el mismo lenguaje: no solo vino a obedecer por nosotros, sino también a morir por nosotros. Sí, porque necesitamos, primero… o sea, las dos cosas las necesitamos.

El Pecado del Pasado

Necesitamos saber cómo podemos vencer el pecado, pero vencer el pecado se refiere a vencer el pecado de aquí en adelante. Sí, o sea, si yo, cuando aprendo de cómo venció Cristo y hago que Cristo viva en mí por la fe, tengo el poder para vencer el pecado de aquí hacia el futuro. Pero, ¿qué hago con el pecado que ya cometí en el pasado? ¿Cómo resuelvo eso? O sea, porque la paga del pecado es muerte. Entonces, si la paga del pecado es muerte, supóngase que yo diga: «Bueno, a partir de ahora obedezco en Cristo y por el poder de Cristo, porque el Espíritu de Cristo está en mí». Ajá, pero ¿cómo voy a dar cuenta de lo que ya hice en el pasado? Alguien dirá: con arrepentimiento. Fíjense lo que voy a decir: no, la paga del pecado, no es arrepentimiento, es muerte. La Biblia define que la paga del pecado es muerte. Entonces, la única forma de que yo pague el pecado es que tenga que haber una muerte. Entonces, es allí cuando Jesús hace la otra parte de la obra: él muere por nosotros.

El Lugar del Arrepentimiento

¿Y cómo y cuál es el lugar entonces del arrepentimiento? Bueno, el arrepentimiento y la fe hacen que esa muerte se aplique en mi favor. Exacto, la justicia de Cristo toma mi impiedad. Pero ese es el punto; como dice Romanos 5:8, «Cristo murió por nosotros». Y otro texto, Hechos 3:15, es muy bueno porque este es el apóstol Pedro predicando, y dice claramente quién murió por nosotros: «Matasteis, dice Hechos 3:15, al autor de la vida, al que Dios ha resucitado de los muertos». O sea, ¿a quién mataron los judíos, Nicole? Al autor de la vida. Pedro estaba enfatizando que él, prácticamente, estaba diciendo lo mismo: mataste al creador, al que nos dio la vida.

No queda duda de que el inmortal, que es Cristo, el inmortal creador, el autor de la vida, murió por nosotros.

La Resurrección de Cristo

Ahora, además de eso, Romanos 4:25 nos dice que él resucitó. ¿Para qué? Para que lo que él hizo por nosotros lo podamos recibir. Dice Romanos 4:25, Débora: «El cual fue muerto, perdón, fue entregado por nuestros delitos y resucitado para nuestra justificación». Ahí está, para nuestra justificación. O sea, él murió como Cordero por nosotros y resucitó para ser abogado. ¿Por qué? Porque quién es el que justifica. Justificar es hacer y declarar a alguien inocente y justo.

Se supone que hay un juicio; ya eso presupone que hay un juicio. Entonces, en el juicio estamos acusados de pecado, de culpabilidad, y la paga es la muerte. Pero entonces viene el abogado, y el trabajo del abogado es lograr que se nos declare justos. ¿Y cómo se nos va a declarar justos? Bueno, en el sentido de que sí, él hizo lo que hizo, pero él, por medio de la fe y el arrepentimiento, se ha acogido a mi pago. Yo pagué, y como yo pagué, no se le puede cobrar dos veces un delito a alguien. O sea, o una deuda. Si ya alguien… Si usted debe 50,000, o 500,000 euros, o 5 millones de euros, ni que nosotros nos pongamos a hacer una planificación, yo trabajo y doy todo mi salario por tanto tiempo; no nos daría la vida para pagar 5 millones de euros. Entonces, ¿qué hizo Jesús? Bueno, yo lo pago. Y si ya Jesús lo pagó, ya estamos libres de esa deuda de 5,000 millones de euros. Es una cantidad, porque según la parábola de los dos deudores, la cantidad que se paga es imposible de pagar en vida trabajando. Y es porque es imposible que nosotros paguemos lo que debemos a Dios.

La Justificación en el Cielo

Bueno, Jesús resucita para justificarnos, es lo que dice Romanos 4:25. Para justificarnos en el cielo, en el santuario, en el juicio. Si queremos ver una ilustración de cómo ocurre eso, en Zacarías 3 aparece esa ilustración: aparece el sumo sacerdote, aparece el ángel de Jehová, aparece Satanás y está lleno de vestiduras inmundas. Se le dice a los ángeles: «Quítenle esas vestiduras vile». «Vístanlo de vestidura de justicia». Y Satanás aparece acusando, y ¿qué significa? «¿Tú no te das cuenta de todo lo que ha hecho Migdalia? Migdalia hizo esto, Migdalia hizo aquello. Esa no merece ni entrar para acá». Eso es lo que hace; señala toda la lista de nuestros pecados.

En cambio, Jesús dice: «Sí, está bien, lo hizo, pero ella se arrepintió, ejerció la fe, se vistió de mi justicia». Entonces, claro, la declaración: «Quítenle esas vestiduras blancas, vístanlo de justicia y pónganle una mitra sobre su cabeza». O sea, está justificada. Eso ocurre ¿dónde? En el santuario.

La Justificación en la Tierra

Pero al final, el punto es: ¿cómo ocurre eso en la tierra? ¿Cómo somos justificados aquí? Porque esto es la justificación en el cielo, pero ¿cómo esa justificación se hace una realidad en nuestra vida? Ahí es donde no se logró llegar a esa verdad los protestantes de la Reforma. Para los protestantes de la Reforma, la justificación era algo meramente legal; lo que hemos hablado, un juicio en el cielo. Pero les faltaba entender que esa legalidad celestial tiene un reflejo real en la tierra. O sea, el que es justificado en el cielo es justificado también aquí en la tierra.

Entonces, volvemos a Romanos 8, que ahí donde dice la palabra clave, versículo 4: «Jesús condenó el pecado en la carne». ¿Para qué? Romanos 8:4 dice: «Para que la justicia de la ley fuese cumplida». En el pensamiento protestante histórico, y que todavía persevera hasta hoy, esa justificación es a favor de nosotros, sí, a favor de nosotros en el cielo, en un libro a favor nuestro. Pero en el texto bíblico, ¿qué palabra se usa? «Para que la justicia de la ley fuese cumplida dónde». ¿A favor de nosotros o qué dice el texto? Romanos 8:4 dice «en nosotros». La palabra que dice es «en nosotros», y «en» significa ¿qué cosa? Dentro de nosotros. O sea, la justicia se cumple dentro de nosotros.

¿Y qué significa? Bueno, que somos transformados. O sea, cuando somos perdonados, ¿qué dice la Biblia? Que tenemos paz. ¿O no? Justificados por la fe, tenemos paz. ¿Dónde se consigue la paz? O sea, ¿dónde? ¿Cuando tenemos paz? ¿La tenemos en el cielo? O la tenemos en nuestra mente. En nuestra mente. Entonces, está haciendo una realidad. Esa justificación es una realidad, según la Biblia. En Efesios, por el pecado que heredamos de los padres, nacemos hijos de ira. Y cuando somos justificados, ¿en qué nos convertimos? En hijos de Dios. Y como somos hijos de Dios, ¿qué nos da el Señor? Según Gálatas 4:4, ¿y cuál es la herencia?

Pero Cristo, en qué? «El espíritu de su hijo», dice: «Por cuanto sois hijos, Dios ha dado a vuestros corazones el espíritu de su hijo, el cual clama: ‘Abba, Padre'». Entonces, ahí ven algo: la justificación es algo real, o sea, no es solamente algo legal, sino algo real. Tenemos paz, nuestra condición cambia. Somos hijos de Dios y tenemos ahora el espíritu en nosotros. Tenemos el espíritu de Dios, porque antes teníamos el espíritu que codicia, para envidia, el otro espíritu, el espíritu de pecado.

Bueno, vamos a concluir con un versículo que lo resume. Me gusta mucho ese versículo. Bueno, hay dos versículos que lo dicen muy bien. El primero es Juan 1:14, sí, el Evangelio de Juan, capítulo 1, versículo 14. Aquí también está resumido el mensaje que hemos hablado de Romanos 8, porque en los capítulos 1 al 3 se presenta el Verbo como Dios y Creador. En el versículo 14 se dice que el Verbo fue hecho carne. Y luego, miren lo que dice entre paréntesis: «fue hecho carne entre nosotros». Ahora, mira lo que ponen aquí entre paréntesis: «y vimos su gloria, gloria como la del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad». O sea, Juan está diciendo que cuando vimos al Verbo encarnado, todo lo que vimos de Él fue, ¿qué cosa? Su gloria. O sea que cada cosa que Jesús hacía se veía su gloria. Pero, ¿cuál gloria? La gloria humana o la gloria divina. Divina, porque especifica «la gloria del unigénito del Padre». O sea, lo que vio Juan fue la gloria divina de Cristo, y lo vio durante todo el tiempo que estuvo con ellos, según aproximadamente tres años y medio. Lo vio haciendo milagros en la boda, convirtiendo el agua en vino; lo vio hablando con Nicodemo; lo vio cuando habló con la samaritana; lo vio cuando sanó al paralítico de Betesda; lo vio en la multiplicación de los panes. Todo, todo lo que es el Evangelio de Juan es la descripción de esa gloria que Juan vio.

La Transformación de Juan

Entonces, bueno, en Juan lo que dice Pablo en 2 Corintios 3:18, ¿cómo se conocía a Juan y a su hermano? ¿Cómo se les decía? No, no es otro Juan, pero Juan el apóstol y su hermano se les conocía como «Boanerges». 2 Corintios 3:18 se les conocía como Boanerges. ¿Saben lo que significa eso? Los hijos del trueno. ¿Por qué? Esto, esto, yo creo que es muy bueno para nosotros, que también somos como Juan. Somos hijos del trueno. ¿Qué significa? Que eran hijos del trueno, impulsivos, no. O sea, pero eran viscerales, se molestaban grandemente, sí.

Entonces, a ejemplo, una ocasión Jesús venía y pasó por Samaria y dijeron que si podían recibir a Jesús, darle una noche de hospedaje porque iba para Jerusalén. Y los samaritanos le dijeron: «No, porque si él viene a quedarse con nosotros unos días, lo aceptamos, pero como los judíos son enemigos nuestros, no lo queremos aquí». Entonces Juan y su hermano se molestaron tanto que fueron ante Jesús y dijeron: «Señor, ¿quieres que hagamos descender fuego del cielo como hizo Elías?». O sea, ellos dijeron: «Elías, por menos que esto le lanzó fuego, vamos a lanzarle fuego a los samaritanos». Entonces Jesús les dijo: «Vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el Hijo del Hombre no ha venido a destruir, sino a salvar».

La Evolución del Amor

Entonces, eso es lo que vemos a Juan cuando tenía 17 años, que estaba comenzando con Cristo, pero luego que vemos que ya Juan estaba anciano y leemos las cartas, ¿qué vemos en Juan? Amor. El amor de Dios que guarda sus mandamientos. Ese amor al Príncipe. Vemos a Juan diferente. Diferente. ¿Qué ocurrió para que cambiara de hijo del trueno a ese Juan? Bueno, él mismo lo dijo. Él mismo lo dijo: «Vimos su gloria». Y 2 Corintios 3:18, el apóstol Pablo justamente dice eso. El apóstol Pablo dice: «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor». ¿Qué es lo que tenemos que ver? La gloria del Señor.

Y, ¿cuál es el resultado? Dice: «somos transformados de gloria en gloria». Y saben que yo he pensado, porque yo mismo en una ocasión decía: «No, bueno, podemos burlarnos de los impíos». Tengo que decirlo porque lo pensé y tengo que decirlo. ¿Por qué? Porque no hizo Elías eso. Elías no estaba allí en el monte de Carmelo y dijo: «Bueno, clamen a su Dios, a lo mejor se quedó dormido. ¡Griten más duro!». Pero resulta que, en ese sentido, decir eso es decir lo mismo que hizo Juan, porque Juan dijo: «Señor, ¿quieres que, como Elías, hagamos descender fuego del cielo?». O sea, Juan estaba tomando como modelo a Elías.

Pero, ¿cuál es nuestro único modelo dado? Jesucristo. ¿Y qué fue lo que hizo Juan? Juan vio a Cristo y fue transformado. ¿Y qué es lo que dice el versículo? Si nosotros vemos la gloria del Señor, seremos transformados. Si yo me pongo a ver a Elías, seré transformado a la semejanza de Elías. Si me pongo a ver a la Virgen María, seré transformado a la Virgen María o a cualquier otro ser humano. Pero el mandamiento, el ejemplo y el mandamiento es mirando como en un espejo la gloria del Señor, viendo la gloria del unigénito del Padre, somos transformados de gloria en gloria a la misma semejanza.

La Meta de la Transformación

Porque, ¿cuál es la meta? No dice que la meta es que tenemos que ser semejantes a Cristo, que cuando venga a buscar, vendrá a buscar a los que son semejantes a Él, no a los que son semejantes a Elías. Entonces, ese es el punto: viendo esa gloria que vio Juan. Si nosotros hacemos la misma disciplina, vamos a decirlo así, nos contemplamos la gloria, la misma gloria que contempló Juan, seremos transformados a la semejanza del Señor. Y eso también, eso es justificación. Justificación imputada, si usamos otros términos, y justificación impartida. Somos transformados de gloria en gloria a la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.

Y si somos transformados a la gloria del Señor, ¿qué reflejaremos? La gloria del Señor. Cuando Moisés fue a la montaña y estuvo hablando allí, ¿qué pasó con su rostro? Se iluminó. Se iluminó. Y cuando él bajaba de la montaña, ¿qué pasaba? Tenía que taparse. Tenía que taparse porque venía con ese rostro iluminado. Pues eso es lo que dice Apocalipsis 18, que vendrá el cuarto ángel o el otro ángel que iluminará la tierra con su gloria. Pero, ¿cuál gloria? La gloria de Cristo.

Conclusión

¿Y cómo contemplamos la gloria del Señor? Viendo a Cristo. ¿Cómo lo podemos ver? Bueno, tenemos cuatro evangelios donde se nos describe la gloria que vieron los discípulos y quedaron allí en la escritura con ese objetivo de que nosotros contemplemos con los ojos de la fe la gloria de Cristo y seamos transformados a la misma semejanza. Si hacemos eso, entonces tendremos a Cristo y a su justicia en nuestras vidas y seremos transformados, como dice Pablo, de gloria en gloria, hasta que alcancemos a ser semejantes a nuestro Señor.

¿Qué nos gustaría hacer? ¿Seguir siendo Boanerges o ser transformados a la gloria de Cristo? Bueno, ya somos, ya todos somos, en un sentido, hijos del trueno, unos más que otros. Cada quien tendrá su trueno diferente a otro, pero todos tenemos nuestro trueno. La pregunta es si queremos quedarnos así o queremos ser semejantes a Jesucristo, a la gloria de Cristo.

¿Qué piensan ustedes? ¿Qué escogen? Entonces, vamos a preguntar: levanten la mano los que quieran ser transformados o quedarse con el ímpetu del trueno. ¿Quieren quedarse con el ímpetu del trueno que trajeron desde pequeños? Nadie, seguro. ¿Quién quiere ser transformado a la gloria de Cristo y ser como Cristo? Amén. Bueno, que el Señor entonces nos bendiga, nos dé la gracia y el poder que ya nos ha sido dado. Todo, todo nos ha sido dado. Lo que tenemos que hacer nosotros es lo que dice aquí: mirar como en un espejo la gloria de Cristo, cada día, a cada hora, a cada momento. Y es algo que es imperceptible a nuestra vista. Pero, ¿cierto? Seremos transformados a la semejanza de Cristo. Amén. Hermana Mayra, dice: «Semejante a Cristo». Bueno, vamos a orar para que sea una realidad, para reafirmar esa decisión en nuestras vidas.

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